"Sevilla", de Miguel Bosé
Estimados asiduos del blog:

"Sevilla", de Miguel Bosé
Estimados asiduos del blog:
"More than a feeling", de Boston
¡Recíclese!
Prohibido verter basura antes de las 21:00 horas.
Deshágase de su violencia en el contenedor rojo.
Deposite su odio en el contenedor negro.
Recicle su envidia para no volverse verde.
El amarillo, para sus malos pensamientos.
¡Despierte!
Prohibido levantarse después de las 7:00 horas.
Compita con fuerza y odie a sus competidores.
Desahóguese a costa de sus seres queridos.
Empápese de noticias, imágenes, rumores.
Desinfórmese el cerebro, la vista y el oído.
Produzca lo más rápido posible.
Ansíe tener más que su vecino.
Son las 20:00 horas.
Vuelva a casa y no lo olvide.
¡Recíclese!
"The passenger", de Iggy Pop
Corre, que no te venza el ocaso.
Que no te descubra el sol vagando borracho.
Aprieta los dientes y corre, callándote la rabia.
Nadie querrá verte, cordero, en la puerta de su casa.
Corre, y si te cansas, consíguete unas alas
y álzate por encima de las tablas
que sostienen el absurdo teatrillo.
Que no te vean siquiera. Sabes que tu no eres,
como pretenden que seas, una atracción de circo.
¿Recuerdas? Una vez tuviste un sueño.
En un llano ibas en pos de la dama
que, corriendo, perseguía el horizonte.
Dama blanca, pelo negro, vestido de viento.
Desde ese día sigues sus pasos
y no te importa dónde te lleven.
Corre, aunque te falte el aliento.
Corre, por encima de las vidas.
Corre, por encima de los hombres.
No te pares. Este no es tu sitio.
¡Corre!
"La gravedad", de Vetusta Morla
Desprotegido, amedrentado, el león alado.
Su rugido apagado.
Su vuelo abatido.
Su fuego sofocado.
“Juez y ley de esta tierra ha sido.”
“Tras de sí dejó un rastro de laurel.”
“Poderoso ángel comprensivo.”
“Padre, hermano y amigo fiel”.
Estas serán las citas que,
en manera de epitafios,
se labrarán en el mármol
como recuerdo de él.
Tiene el vientre sesgado, abierto.
Y no quiero.
No quiero que su grandeza de otro tiempo
sirva de banquete truculento para aquellos
que se nutren de la sangre y de la carne,
de la ignorancia y del miedo.
Hace muy pocas fechas que has venido a este mundo y cuando puedo ir a verte, me sorprendo embobado contemplando tu nerviosa existencia, tu muda pero vertiginosa comprensión de las cosas, tus bellísimos y plácidos sueños, tus pocas e inconscientes sonrisas, tus repentinas y enérgicas protestas, tu infinita ternura.
Más de la mitad del día lo pasas manoteando el aire y contemplo el maravilloso milagro de tus dedos tan mínimos que podrían no existir. Toco tu pecho y noto el acelerado ritmo de un corazón limpio e inocente. Beso tu frente y me aceptas sin resistencia. Toco tu negro y abundante pelo y me transmite toda la tranquilidad y suavidad de lo nuevo.
Hoy, mientras estabas entre los brazos de tu padre has posado tu mirada en mí. Me has mirado fijamente, con curiosidad, con seriedad. Yo te he mirado y te he intentado decir sin palabras que deseo tener todo el tiempo del mundo para conocernos y para que me enseñes muchas cosas. He reconocido que tus ojos son una fuente de inocencia donde podré recordar la mía.
Has venido a completar la vida de muchas personas aunque todavía no lo sabes. Te encuentras en un imperfecto paraíso llamado Úbeda en el que espero que crezcas feliz. Has nacido de unos padres que se aman y se respetan. Tienes unos abuelos maravillosos y unos tíos enamorados de ti desde el primer día. Vas a tener un padrino que sueña con escribirte fantásticos cuentos para dormirte por las noches. Hoy quiero que sepas que a todos nos has ensanchado el corazón desde el primer momento que apareciste.
Te quiero, Carmen.
"No surprises", de Radiohead
Hay un consuelo en los ojos que casi nunca te miran.
Hay un impulso insaciable en los dedos que te buscan.
Hay baladas y poetas que están pasados de moda.
Cien músicos desafinan,
fuentes de sangre en la luna,
claveles
en el caballo de Troya.
Hay una intención perdida en cada palabra encontrada.
Hay un viejo que vende libros en la tienda de la esquina.
Hay siempre un perro dispuesto a acompañarte en la noche.
Mar en ninguna piscina,
miles de almas gemelas donde aparcar nuestro coche,
algo que habita en el centro de la nada.
Hay compradores de calma en grandes supermercados.
Hay películas de Welles que se estrenan en el cielo.
Hay disfraces de febrero para cubrir los pecados.
Hay caracolas que gritan el fin de todos los tiempos.
Hay lo que uno necesita ver para no estar tan perdido
en este mundo de lata, de plástico y de olvido.
Hay una antorcha de fuego en el mango de la espada.
Hay lo que nunca he contado, hay lo que nunca he creído.
La melodía divina de la canción no cantada.
Cabe decir que pese al cambio radical de decorado, Francia en la Segunda Guerra Mundial , nos encontraremos ante una cinta de Tarantino de manera irremediablemente reconocible. Existe un admirable guión de jugosos diálogos y dividido en capítulos tan diferenciables que cada uno de ellos podría ser un cortometraje, una banda sonora chocante, un pastiche de géneros con continuas referencias a la historia del cine, violencia y humor entrelazados, duelos de spaghetti western... A lo que muchos de vosotros replicaréis, ¿otra? Con una sonrisa en los labios os he de decir que sí. Otra. Nada más y nada menos que otra.
Básicamente nos encontramos ante una historia de venganzas a todos los niveles en la que ningún detalle es azaroso. Es la venganza de una chica judía que escapa milagrosamente de ser aniquilada con el resto de su familia y se refugia secretamente en París. Es una brutal venganza de facto de una cuadrilla de fanáticos soldados de origen judío contra el antisemitismo del enemigo. Pero primordialmente es una venganza que el arte le debía al episodio más oscuro de la Europa del siglo XX. Es bellísima la metáfora en la que se utiliza la cinta de celuloide como el combustible para extinguir el nazismo.
A todos los que argumentan que en el cine bélico no cabe un guión tan infiel a la historia he de reconocer que el más Europeo de los directores americanos vivo sigue escribiendo en sus guiones lo que le da la gana. Pero tiene a mi forma de ver dos cosas que lo hacen muy grande. Es consciente que el séptimo arte no es sino ficción. Que es una forma de contar historias y se muestra como un narrador habilísimo consiguiendo dar verosimilitud a cualquier narración, por surrealista que parezca, y mantener la tensión del espectador como lo haría el mejor Hitchcock. La segunda es que cualquier película que hace, y subrayo que ésta en especial, es entretenidísima. Pese a la larga duración del film me mantuvo completamente hipnotizado de principio a fin.
También cuenta con un par de interpretaciones que no dejarán a nadie indiferente. El enesimo redescubrimiento de Brad Pitt como actor de registro cómico (Doce monos, Snatch, quemar después de leer) pero sobre todo la absolutamente genial encarnación por parte de Cristoph Waltz del perspicaz, astuto y malvado coronel Hans Landa. Me atrevería a decir que, aunque ligeramente paródico, me ha parecido el mejor papel de nazi de toda la historia del cine.
"El muerto", de Los Fabulosos Cadillacs
Su mirada quedó un punto tan fija
que expresaba la vida entera.
En un momento,
quiso beberse todas las aguas
y todos los vientos.
Y un instante después ya estaba muerto.
Hasta entonces no supe lo que es tener miedo.
Hasta entonces no descubrí que existe el tiempo.
Yo solo conocía a la negra dama
como una noche otoñal,
de cera roja, de caras estampadas,
de olor a castañas…
Pero ese día vi su cara descarnada.
Ese día vi el brillo en la hoja de la guadaña.
"Extrema pobreza", de Iván Ferreiro
Lo único que me has dejado:
Una vida derruida
y un corazón siniestrado.
De lo bueno no queda
ni el viento de la sombra que fue;
sólo lo malo.
Y en este solar yermo, vasto y desolado,
ya se instalan los amigos del pasado:
La soledad, la vida real
y el desamparo.
Una risa blanca de hielo
Y un alma de gato escaldado.
"Boys don't cry", de The Cure
"Good people", de Jack Johnson
"Sugar", de Louis Armstrong
Hoy he tenido un dulce sueño,
en él estaba preso.
La tela era de azúcar,
la araña era de fuego.
Hoy he tenido un dulce sueño.
La gruta era humedad y perlas.
Tu viento que me empujaba
hacia el letargo profundo,
hacia el abismo del sentido,
hacia el cénit del sentir.
Hoy he tenido un dulce sueño.
Andando los caminos
más certeros:
los escarpados deseos,
las escaladas de besos,
tus mares y tus desiertos.
Hoy he tenido un dulce sueño, lo sé,
pues todavía fresco lo recuerdo.
Y lo que más me ha endulzado
es que he soñado despierto.
"Like a rolling stone", de Bob Dylan
Una roca.
Tan intocable, tan sola…
Que no sabe por qué flota en la nada,
que su existencia ignora.
Que no recuerda su naturaleza otrora
de estar a la tierra clavada.
Una roca en el vacío.
Ajena a su dureza,
a la altivez reposada contra la noche y el frío.
A su condición de ser duradero,
casi eterno, temible y altivo.
Una roca en el vacío inerte.
Que olvidó la contrapartida
de estar a la tierra asida.
De ser acantilado, monte, cordillera
o simple china de río.
Olvidó la sensación de ser consumida,
esa dulce erosión a la que fue sometida.
Desvanecerse poco a poco en el silbo del viento,
en el tronar de un rayo,
integrarse con ellos y deshacerse,
menguar, retorcerse y dar la vida.
Dejarse amar a puñaladas, malherida.
Una roca en el vacío inerte.
Una roca que no vive.
Una roca que no ama.
Una roca que olvida.
"Alta fidelidad" de Lori Meyers
¿De quién es la banca mano precisa
que se posa en el plano corto
del camino que no pisas?
La misma que desconoces.
La que cambió un día,
aunque no sepas cual,
el sentido y el destino de tu vida.
Solo a veces pareces un proyecto de águila,
un atisbo de cordura, la tempestad tras la calma.
Pero entonces ya se encuentra
otra vez lleno el émbolo
de la letal carga:
Anestesia, traspasando la brillante aguja,
llenándote de olvido y zozobra,
irrigando tu carne, tu hueso y tu alma.
Ahora, hasta el esfuerzo
de tomar aliento te sobra,
y la corriente del río recobra
la fuerza con que te arrastra.
¡Despierta!
Eres como un bostezo
tras la hora del almuerzo.
"Time to pretend", de MGMT
"La gravedad" de Vetusta Morla
Corre, que no te venza el ocaso.
Que no te descubra el sol vagando borracho.
Aprieta los dientes y corre, callándote la rabia.
Nadie querrá verte, cordero, en la puerta de su casa.
Corre, y si te cansas, consíguete unas alas
y álzate por encima de las tablas
que sostienen el absurdo teatrillo.
Que no te vean siquiera. Sabes que tu no eres,
como pretenden que seas, una atracción de circo.
¿Recuerdas? Una vez tuve un sueño.
En un llano ibas en pos de la dama
que, corriendo, perseguía el horizonte.
Dama blanca, pelo negro, vestido de viento.
Desde ese día sigues sus pasos
y no te importa dónde te lleven.
Corre, aunque te falte el aliento.
Corre, por encima de las vidas.
Corre, por encima de los hombres.
No te pares. Este no es tu sitio.
¡Corre!
"Que se llama soledad" de Joaquín Sabina
"Just like heaven", de the Cure
Yo sé que hay un cielo en tu boca.
Y sé que en el cielo de tu boca
Hay dulces algodones blancos
Cargados de lluvia de néctar.
Yo sé que hay un cielo en tu boca.
Y sé que, aunque de él no haya soportado
ni tormenta ruidosa ni leve llovizna,
he visto el umbral que lo guarda
hecho de verjas de plata.
Yo sé que hay un cielo en tu boca.
Y sé que me gustaría tostarme al fuego
húmedo de su bóveda jugosa.
Última escena de Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore
"Instrucciones para salvar el odio", de Ismael Serrano
De sus curvas que deslizan
entre manos negras
y calientes, de ceniza,
tu ser, tan curvo, tan blanco
tan cándido y tan inhumano
quizá un día estará.
Tu ser, que, tanto tiembla de frío
inocente, desnudo en la noche del calor
como hace temblar las almas
confiadas en la hora inesperada
de un frío sudor.
Tu ser: almohada y espada.
Y sabe que existe un rey destronado,
un ser encorvado, doblegado;
sin salud ni corona
que no sabe por qué te canta,
por qué te rima,
por que te entona.
Por qué por ti, su verso blanco abandona
y se traiciona,
ni por qué persigue
el más mínimo rastro de tu aroma.
Solo sabe que no te perdona.
Que ya no quiere ni tu trono
ni tu corona.
Ni ser las manos que deslizan
por tu espalda.
Ni la nuca en tu almohada,
ni el blanco de tu espada.
"When you were young", de The Killers
Desde el día que abrí los ojos al mundo te conozco. Seguro que fuiste la primera persona que me hizo reir con tus gamberradas de niño travieso. Lo hemos compartido todo: la habitación, los juguetes, los libros de texto, la ropa, la música, las aventuras, las desventuras, los amores, los desamores, los éxitos, los fracasos, las alegrías y las tristezas.
Hemos compartido noches mágicas en el cine de verano de la plaza de toros, miles de juegos en la
Calle Granada, horas y horas de gimnasio, clases de francés, ensayos de teatro y de chirigota. Ambos hemos visitado lugares tan mágicos como “el cine de las sábanas blancas” y algunas noches nos hemos hartado de cenar “nitos fritos” y “chichoplos”. Hemos disfrutado como locos más de una semana cultural en el patio de “Las Explanadas”, hemos corrido juntos en las playas de la Barrosa, Fuengirola, La Manga del Mar Menor, Comarruga...
Hemos celebrado juntos los mejores momentos de los nuestros. Hemos llorado juntos en los momentos más oscuros. Nos hemos abrazado y besado, hemos discutido y hasta a veces, nos hemos pegado. No nos hemos contado más cosas el uno al otro porque, sinceramente, no hacía falta.
Eres mi hermano mayor. He aprendido tantas cosas y guardo tantos momentos que podrían llenar más de una infancia feliz. Hoy te recuerdo de niño para que tú te recuerdes tal y como eras. Quiero que te recuerdes tal y como eras porque pronto vendrá una persona muy parecida a ti y necesitarás recordarlo para entenderla. Necesitarás ver el mundo desde sus inocentes ojos, tal y como una vez lo viste.
Michael Levine dejó esta extraordinaria frase: “Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve pianista”. Pero te conozco demasiado. Te basta con ser tú mismo para que tu hija se críe enamorada de su padre.
Todo esto te lo dice tu hermano, que te habla desde el lenguaje de la sangre. Te lo dice tu hermano que te quiere porque te conoce.
"My iron lung", de Radiohead
Cortado tu aliento, te han forjado
al calor del viento,
al duro compás de la maza que golpea el yunque.
De dureza de acero te han dotado,
y mañana no verán de tu persona
mas que el óxido y la herrumbre.
¡Ay de ti, hierro forjado al viento
de un otoño soñoliento y lejano!
Tan grande es tu tristeza viéndote lejos de la mano
que moldea el búcaro perezoso…
Ojalá se hundiera en ti.
Ojalá su esencia retuviera,
por un instante siquiera,
ese tacto lúbrico y poroso.
Hubieras deseado madurar al calor del horno,
cociéndote de dentro a fuera, poco a poco, despacio.
Pero el azar se propuso caldearte a martillazos.
Y ahora nadie te perdona que tu suerte no sea otra
que ser un trozo de hierro que sueña con ser de barro.
"Caminos infinitos", de Antonio Vega
"Forever young", versión de Youth Group
Este 2009 se cumplen cincuenta años del primer campamento de los Jóvenes de Acción Católica de Úbeda. En torno a esta efeméride, se han programado diversas actividades para rememorar merecidísimamente la labor y la importancia que los mismos han tenido en la vida civil, social y religiosa de nuestra ciudad. Y como no, para recordar a tres personas que ofrecieron los mejores años de sus vidas para mejorar así las nuestras.
Yo fui uno de tantos niños que aprendieron a crecer y a hacerse hombres en la playa de la Barrosa. Soy uno de esos cientos de ubetenses que tanto les debe a Antonio Cruz, Manolo Molina y Antonio Gutiérrez, "el Viejo". A los veranos de campamento les debo más de la mitad de mis amigos, las puestas de sol más bellas que haya visto nunca y muchas experiencias. En la Barrosa aprendí a vivir en libertad y comprender que no está hecha de otra cosa que de compromiso. En la Barrosa aprendí a decir de corazón cosas tan bellas como "siempre unidos", "te quiero", "ayúdame".
"Sálvese quien pueda", de Vetusta Morla
"Unintended", de Muse
Hay momentos en los que uno no necesita mucho para sentirse completamente conectado a todo, en sintonía, feliz y ocioso, sin más necesidad que la de contemplar y disfrutar del momento.
Así es esta tarde espléndida de primavera en Úbeda. Me solazo perezosamente degustando un café con hielo y observando las volutas de humo de mi cigarro, que quiebran la blanca continuidad de la luz que entra por la ventana. No hay urgencias ni compromisos. Solo el dulce discurrir de los minutos, la agradable compañía de mi buen amigo Manolo, con el que siempre he tenido la certera sensación de que, cuando se conoce a alguien de toda la vida, no hace falta contarse muchas cosas para compartir grandes momentos.
A mis oídos llega el rumor del viento jugando con las hojas de las moreras que se funde con la excelente música con la que Vicky obsequia en "La Copla" a todo aquel que quiera pasar y matar las horas. Aparte de buen oído, mi amiga Vicky tiene esa alegría contagiosa y un corazón generoso, haciéndo sentir a los parroquianos como en el salón de nuestra casa.
Hay veces que uno no necesita más que estas pequeñas cosas y la necesidad de compartirlas. Por eso abro esta sencilla entrada del foro deseando transmitiros, aunque sea en lo más mínimo, estas sensaciones. Y por supuesto, para invitaros a estas deliciosas tardes de sábado. Me encontraréis a menudo en la Redonda de Miradores.
Desde mi ventana veo el mar. En estas fechas en las que los cotidianos ruidos de exigencias, presiones y teléfonos cesan aún sin ser de noche, algunas veces me detengo a ver atardecer contemplando el profundo azul de sus aguas mediterráneas. A lo lejos, una nube de gaviotas descarga una tormenta de picotazos sobre un pequeño pesquero que regresa al puerto de la Carihuela y un intenso olor a yodo y sal perfuma de tal manera el aire, que involuntariamente lo inspiro profunda y ansiosamente, como si instantes antes una invisible soga hubiera estado a punto de asfixiarme.
Mientras observo, rememoro sin querer otras orillas más deseadas, y el murmullo de las olas me devuelve a los veranos en la Barrosa, en los que jugando como un niño aprendí a ser el proyecto de hombre que ahora soy. Y, sentado a la orilla del mar, uno se ve obligado a pararse y reflexionar, y se asoma al mirador de su propia existencia con el temor que inflige la sospecha de no disfrutar de las vistas. En cada visita, el paisaje ha mudado su aspecto. Uno descubre como se secan las inagotables fuentes y los verdes prados de la niñez. Todo es más árido, más abrupto y más solitario y la vereda del propio destino, tan fijamente marcada años atrás, va desapareciendo entre la maleza. Decido secretamente que, hasta mi próxima visita, algo habrá que cambiar para no volver a encontrarme ante un paraje cada vez más yermo y más estéril. Cojo como siempre una concha cercana a la orilla y, una vez en casa, la dejo en un frasco de cristal en el que la guardo junto a otras, como mudos testigos de mis más solitarios pensamientos. Al día siguiente amanece, volviendo a sumergirme en la gris rutina, hasta la próxima vez.
Si me asomo a la ventana veo el mar. Pero en mis sueños más secretos me sigo asomando a la ventana de la niñez, desde la que me observa fijamente la altiva y sobria torre del Hospital de Santiago. Ese paisaje, que no me evoca el rumor de las olas ni me acerca la brisa de los oceános, pero que consigue mantenerme en mi centro de gravedad. Que humedece mis raíces atándome desde lejos a una tierra a la que tarde o temprano volveré, en la que dejé los verdaderos tesoros y a mi verdadero yo, que de alguna manera nunca se fue y continúa viendo con total claridad y certeza el camino que el destino le había marcado. Espero que cuando vuelva, sea capaz de perdonarme y contármelo pues casi no lo recuerdo.
"Pesadilla en el parque de atracciones", de los Planetas
En la soledad acompañada que respiro,
en la tranquilidad ociosa que me embriaga,
nadie me puede robar estar sumergido,
tener unos instantes de calma.
Sé que no fue fácil llegar al parque
donde me encuentro
y que me costó perder
más de un sueño en el camino.
Pero ahora percibo el verde vivo de las hojas,
la leve caricia del viento en mi pelo,
el rumor del agua de una fuente,
la risa de los niños…
Hoy todo vuelve a ser
como siempre había sido.
Ahora puedo mirar
al mundo a los ojos,
tenerlo frente a frente,
delante, conmigo.
¡Me desconsolaba tanto
la soledad profunda
de aquel pozo sombrío!
¡Me aterraba tanto
la altivez de la atalaya
donde a veces me he subido!
Allí yo no reinaba.
Por fin he comprendido
que no estaban mas que el orgullo y el frío.
Ha tenido que llegar el estío
para verme libre de las cuerdas
con que me atabas.
Para quitarme la mordaza y gritar:
“¡Vivo!”.
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