Cabe decir que pese al cambio radical de decorado, Francia en la Segunda Guerra Mundial , nos encontraremos ante una cinta de Tarantino de manera irremediablemente reconocible. Existe un admirable guión de jugosos diálogos y dividido en capítulos tan diferenciables que cada uno de ellos podría ser un cortometraje, una banda sonora chocante, un pastiche de géneros con continuas referencias a la historia del cine, violencia y humor entrelazados, duelos de spaghetti western... A lo que muchos de vosotros replicaréis, ¿otra? Con una sonrisa en los labios os he de decir que sí. Otra. Nada más y nada menos que otra.
Básicamente nos encontramos ante una historia de venganzas a todos los niveles en la que ningún detalle es azaroso. Es la venganza de una chica judía que escapa milagrosamente de ser aniquilada con el resto de su familia y se refugia secretamente en París. Es una brutal venganza de facto de una cuadrilla de fanáticos soldados de origen judío contra el antisemitismo del enemigo. Pero primordialmente es una venganza que el arte le debía al episodio más oscuro de la Europa del siglo XX. Es bellísima la metáfora en la que se utiliza la cinta de celuloide como el combustible para extinguir el nazismo.
A todos los que argumentan que en el cine bélico no cabe un guión tan infiel a la historia he de reconocer que el más Europeo de los directores americanos vivo sigue escribiendo en sus guiones lo que le da la gana. Pero tiene a mi forma de ver dos cosas que lo hacen muy grande. Es consciente que el séptimo arte no es sino ficción. Que es una forma de contar historias y se muestra como un narrador habilísimo consiguiendo dar verosimilitud a cualquier narración, por surrealista que parezca, y mantener la tensión del espectador como lo haría el mejor Hitchcock. La segunda es que cualquier película que hace, y subrayo que ésta en especial, es entretenidísima. Pese a la larga duración del film me mantuvo completamente hipnotizado de principio a fin.
También cuenta con un par de interpretaciones que no dejarán a nadie indiferente. El enesimo redescubrimiento de Brad Pitt como actor de registro cómico (Doce monos, Snatch, quemar después de leer) pero sobre todo la absolutamente genial encarnación por parte de Cristoph Waltz del perspicaz, astuto y malvado coronel Hans Landa. Me atrevería a decir que, aunque ligeramente paródico, me ha parecido el mejor papel de nazi de toda la historia del cine.
0 comentarios:
Publicar un comentario