El poder de la protesta

sábado, 26 de septiembre de 2009

"Vuelve la canción protesta", de Los Planetas




Tenemos la suerte de vivir en un estado de derecho pero me resulta cuanto menos curioso observar como, cada día más a menudo, los ciudadanos malinterpretamos a todos los niveles los derechos que nos son inherentes y los que son innecesarios o simplemente inexistentes.

El niño protesta contra la autoridad de los profesores, el adolescente protesta por su derecho a emborracharse en público, el gobernante protesta porque considera que no está en su poder solucionar los grandes problemas, el líder de la oposición protesta por tener derecho a unas elecciones anticipadas, el empresario protesta porque exista el derecho al despido libre, el terrorista protesta por su derecho a la autodeterminación, el consumidor solicita una hoja de reclamaciones siempre que no se atiendan sus peticiones, por ridículas que resulten, el banquero protesta porque no recobra sus préstamos (alegremente concedidos), el especulador protesta porque no puede vender esa vivienda a la que tanto beneficio esperaba obtener, el ahorrador protesta porque su dinero no tiene valor, la madre protesta en la cola del mercado, el pensionista protesta en la consulta del médico, el fumador protesta por la ley anti-tabaco, el peatón protesta al conductor, el conductor al conductor de delante...

Se protesta maleducadamente por cualquier motivo. No somos conscientes que toda protesta tiene un receptor que soporta la tensión emocional que provoca. Todo el mundo se encuentra estresado, malhumorado, a la defensiva... Protestando por protestar solo conseguimos una cosa: Que en ese mar de protestas pasen inadvertidas las voces que son realmente críticas y necesarias. Desoir, en definitiva, la justa reclamación de los derechos más indispensables y más injustamente violados.

En este mundo en el que buscamos el bienestar renunciando a nuestros verdaderos valores, en el que nos revelamos solamente ante el hecho de renunciar a nuestras comodidades o caprichos, cada vez es más frecuente que el anciano proteste por no poder recuperar tantos años perdidos protestando por tonterías.

El muerto

lunes, 21 de septiembre de 2009

"El muerto", de Los Fabulosos Cadillacs




Su mirada quedó un punto tan fija
que expresaba la vida entera.
En un momento,
quiso beberse todas las aguas
y todos los vientos.
Y un instante después ya estaba muerto.

Hasta entonces no supe lo que es tener miedo.
Hasta entonces no descubrí que existe el tiempo.

Yo solo conocía a la negra dama
como una noche otoñal,
de cera roja, de caras estampadas,
de olor a castañas…
Pero ese día vi su cara descarnada.
Ese día vi el brillo en la hoja de la guadaña.

Algo de lo que me queda

domingo, 13 de septiembre de 2009

"Extrema pobreza", de Iván Ferreiro




Lo único que me has dejado:
Una vida derruida
y un corazón siniestrado.


De lo bueno no queda
ni el viento de la sombra que fue;
sólo lo malo.

Y en este solar yermo, vasto y desolado,
ya se instalan los amigos del pasado:


La soledad, la vida real
y el desamparo.
Una risa blanca de hielo
Y un alma de gato escaldado.

El hombre que perdía su sombrero

sábado, 5 de septiembre de 2009

"Muerte entre las flores", de Joel Coen.





Dentro de uno de los grandes géneros, el cine negro, destaca admirablemente como un diamante armoniosamente pulido, “Muerte entre las flores”, de Joel y Ethan Coen (1990). Película completamente redonda en su argumento, bella en su fotografía, evocadora por su música, épica por sus interpretaciones, marcando un hito no solamente en la filmografía del género en cuestión, sino dejando huella como una de las obras maestras del cine de todos los tiempos.

Los geniales hermanos Coen, explotan aquí como en pocas de sus obras su inconfundible vena homérica. Al igual que si se tratara de una Ilíada revisitada, la desmedida pasión por una mujer fatal desencadena una brutal confrontación en la que todos los implicados obtienen terribles pérdidas.

Nuestro protagonista, Tom Regan (Gabriel Byrne) encarna a la perfección el papel de duro independiente, superviviente de las guerras entre bandas, pero incapaz de controlar su corazón. Un hombre que teniendo las mejores cualidades para triunfar en el mundo del hampa y beneficiarse de ello, instintivamente no hace caso de su sentido común no aprendiendo de esos errores que, en el fondo quizás sean los que dan sentido a nuestra vida y que no dejamos de repetir casi a diario. Gana un buen dinero como hombre de confianza de Leo (Albert Finney), jefe de la mafia irlandesa, y con la misma facilidad lo pierde en apuestas lo que le ocasiona no pocos problemas. Gana la estima y la confianza de su jefe y pierde la cabeza por la amante del mismo con la misma facilidad que pierde su sombrero a lo largo de toda la historia.

Pero sobre todo, lo que más me sorprendió de Regan fue descubrir que debajo de una piel llena de cicatrices puede esconderse un corazón, a veces, repleto de ternura.