En el nombre del Padre

viernes, 26 de junio de 2009

"La noche del cazador", de Charles Laughton




En su única incursión como director, el magnífico y legendario actor Justificar a ambos ladosbritánico Charles Laughton firmó una de las películas más bellas y completas de la historia del celuloide. Un hipnótico y aterrador cuento de hadas con la fotografía y el montaje más espectaculares que uno jamás pueda imaginar. Si bien es una verdadera lástima que no prodigara más su faceta como realizador, pudo demostrar a todos que cuando uno sabe hacer las cosas realmente bien, basta con que las haga solo una vez en la vida.

En la escena que precede a estas líneas podrán ustedes degustar un par de minutos de un simbolismo tan bello como aterrador. El falso reverendo Harry Powell (Robert Mitchum), canta una plegaria a las puertas de la casa acechando a su presa a la vista de todos. La fiel guardiana Rachel Cooper (Lillian Gish) guarda la integridad de sus protegidos cachorros mientras entona finalmente la misma canción.

Cantando a Dios se puede proteger el rebaño y cantando a Dios se pueden propagar los miedos más oscuros en las almas inocentes. Un mensaje tan explícito como vigente en nuestros días, en los que también existen muchos falsos predicadores del Verbo, que en nombre del amor (o del amor propio, más bien) acorralan a los diferentes y a los libres, expandiendo el virus del pecado sobre las conciencias de cientos de miles de creyentes que en África son exortados contra los anticonceptivos mientras el virus del SIDA aniquila sus vidas. Falsos predicadores que apellidan al amor entre homosexuales como enfermo o vicioso. Falsos predicadores que se tapan los unos a otros secretos tan vergonzosos como los abusos hacia cientos de niños en escuelas católicas de Irlanda o Australia.


En los nudillos del reverendo Powell había dos inscipciones. En su mano izquierda aparecía la palabra H A T E (odio). En su mano izquierda estaba inscrito L O V E (amor). En su parábola preferida la mano siniestra era derrotada por la fuerza en un pulso eterno por la mano de la rectitud y de la decencia. En nombre de estos ideales todavía hoy, se declaran salvajes guerras y se aniquilan miles de civiles en el nombre de la paz.

Les recomiendo este título si nunca lo han visto. Y si ya lo han hecho no dejen de repetir su visionado de vez en cuando.

El solitario

sábado, 20 de junio de 2009

"Que se llama soledad" de Joaquín Sabina




El solitario es consciente que la vida es como es y no como debería ser. En eso parte con ventaja porque no se esfuerza en hacer suyos los planes de futuro de terceros. El tiempo que emplearía en compartir y comprender lo que los demás quisieran revelarle, lo utiliza para imaginar lo que intentan ocultar. Percibe mejor una mirada, una intención, un gesto. Reconoce al nervioso y al inseguro, al vanidoso y al esquivo apenas sin mediar palabra. Ha aprendido a la fuerza a desnudar las intenciones, quitándoles el vestido del lenguaje con que cada cual pretende disfrazarlas.

El solitario es consciente que tiene carencias importantes por la falta de afectos, pero ha aprendido a sobrellevarlo. Sabe reconocer que no desea estar solo para siempre pero tampoco espera ansiosamente que alguien venga a ventilarle las habitaciones del corazón.
El solitario ha aprendido que su compañera de viaje no es sino un estado de ánimo e intenta aprovecharse de las ventajas que le otorga. El solitario sabe reconocerse mejor los propios frutos que merecerían ser compartidos.

El solitario a menudo se sorprende anotando en su cuaderno fragmentos de vidas que no ha inventado del todo, a las que les espera un futuro en parte anhelado y en parte temido. Vidas que tienen un horizonte incierto como la suya propia, como la de tantos que se resignan a dejarse sorprender por el paisaje de un viaje que no deja de ser una continua huída hacia adelante.

El solitario no soy yo pero deberíamos serlo un poco todos.

El cielo de la boca

sábado, 13 de junio de 2009

"Just like heaven", de the Cure



Yo sé que hay un cielo en tu boca.
Y sé que en el cielo de tu boca
Hay dulces algodones blancos
Cargados de lluvia de néctar.

Yo sé que hay un cielo en tu boca.
Y sé que, aunque de él no haya soportado
ni tormenta ruidosa ni leve llovizna,
he visto el umbral que lo guarda
hecho de verjas de plata.

Yo sé que hay un cielo en tu boca.
Y sé que me gustaría tostarme al fuego
húmedo de su bóveda jugosa.

Y sé, como sabe todo el mundo,
que al morir el alma

se te escapa por la boca.
Pero por tu boca se va al cielo
y yo noto que me muero
porque mi alma no te toca.
Porque no podrá alzar su vuelo
hasta el cielo de tu boca.

Fotogramas secretos

sábado, 6 de junio de 2009

Última escena de Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore



Estoy seguro de que todos y cada uno de los que hayáis visto alguna vez esta película, recordaréis esta, su escena final donde nuestro protagonista Salvatore, se reencuentra con el pequeño "Totó" nada más perder a su amigo Alfredo.

Salvatore, al que todo el mundo llamaba "Totó" de pequeño, ayuda durante toda su infancia a Alfredo, encargado de proyectar las películas en el "Nuovo Cinema Paradiso", el cine de su pueblo. Junto a él descubre el amor por la magia que el séptimo arte encierra. El niño Totó atesora todos los fotogramas que Alfredo se ve obligado a cortar por causa de la censura durante todos los años que trabaja como ayudante de sala de proyección. Tras su muerte, su buen amigo Alfredo le regala un montaje de todos aquellos fotogramas que guardó de niño y que dejó olvidados en el pueblo cuando se fué a hacerse un hombre y cumplir sus sueños.

Esta escena que resume la película es interpretada sin error como un emocionado homenaje al cine. Sin embargo, sin dejar de serlo, utiliza el cine como un medio para transmitirnos un mensaje más importante. Cuando somos niños, todos guardamos en la memoria como tesoros fugaces instantes que nos hacen soñar y emocionarnos por primera vez. En ese momento no nos damos cuenta, pero esos secretos sueños de infancia son todo a lo que podemos aspirar en esta vida y encierran lo más puro de nuestras esperanzas futuras. Todas esas cosas a cierta edad, solo somos capaces de compartirlas con los amigos verdaderos. Por eso, Alfredo quiere contarle a Salvatore que un día fue Totó, un niño lleno de sueños, y le dice antes de irse que espera, durante todos los años en los que no se han visto, que haya podido realizarlos.

Por eso no olvidemos nunca, por ridículos que nos parezcan, los sueños que una vez tuvimos. Y demos las gracias de conservar amigos que nos los recuerden cuando más nos haga falta.

Tanto si alguna vez han visto esta escena como si no, disfrútenla plenamente.